Un melón.
¿Sabes lo que es?
Me imagino tu cara diciendo: ‘Y a esta, ¿qué le pasa hoy?’
Un melón es una fruta riquísima pero en República Dominicana es algo más.
Es un millón de pesos.
Lo acabo de descubrir con Martín, en un viaje en Uber (que, por cierto, en Barcelona está ‘prohibido’ pero en muchos países con la economía informal por la nubes -o sea, donde la gente debe espabilarse más de la cuenta para ganarse las habichuelas- es la única opción de transporte segura para no-ricos cuando está oscurico) del aeropuerto a la Zona Colonial de Santo Domingo.
30 minutos de alegría caribeña, de jerga urbana y de maneras de ver la vida.
Martín tiene un negocio con su hermano: compraron no sé cuántas hectáreas en la carretera de Samaná, a las afueras de la capital, que allí la tierra es fértil.
Plantaron calabacín y auyama (calabaza). Esperaban ganar 40.000 (unos 750 euros) pesos pero casi triplicaron los beneficios.
‘Ay, rubia, pero tal como entraron, salieron. Jejejeje. Aquí no tenemos cultura del ahorro y nos gusta gozal del presente, dale duro a la vida’.
Total, que se pulieron todo lo que ganaron y ahora Martín trabaja como conductor de uber para ganar dinericos y no rebentárselos en su tiempo libre, que ocupa conduciendo.
Porque su objetivo para 2019 es acabar el año con un melón.
Y cuando tenga ese melón, irse a Estados Unidos, donde están su madre y su hermana.
-Y ¿si no consigues un melón?
-Pues me caso con una amiga de mi helmana que me está esperando allá.
-¿Pero ella sabe que te casarías con ella solo para poder estar en Estados Unidos?
-Claaaaro, jejejje, ahora mismo la tengo en queue (en espera) por si no logro el melón. Rubia, es que yo antes tenía muchas mochas, pero gastaba mucho. Ahora me busqué una sola chica que trabaja, que se gana la vida, como yo. Y cuando me pide, yatusae, le doy polque tengo y polque no me pide nunca. Mira, como ayel, que salimos a celebral duro el calnaval y fuimos 6 varones en una jeepeta y solo gasté 1200 pesos (unos 20 euros). No fuimos con mujeres polque, tú sae, uno no va a vender carne a la carnicería, ¿veldá?. Yeeeah, jejjee, festejamos duro, rubia. Hasta que le rompieron una botella en la cabeza a un amigo. Weeepa, tuve suelte que no me dieron a mí. Jejejjeje.
Martín me ha encantado.
Rebosa energía y no intenta ser lo que no es.
Es tan honesto y directo, que me ha cautivado a la primera frase y al primer ‘yatusae, rubia’.
Inciso: rubia, en República Dominicana, es toda aquella mujer que no es negra o mestiza.
A veces también me llaman ‘negra’ pero es distinto. ‘Negra’ o ‘negro’ es un apelativo cariñoso para cualquier persona, del más albino al más negro tizón.
Me encanta que los colores, aquí, tengan tantos matices.
Volviendo a Martín…
No para de mover las manos.
Es un chico inteligente, negociante y alegre que pasa de contarme que su objetivo es ahorrar un melón a hablar de política y ayudarme entender, por fin, el engranaje de corrupción en las altas esferas de la política dominicana.
¿Tú sabes que a los niños se les enseña que los políticos dominicanos son el juco, rubia? ¿Tú sabes quién es el juco? ¿No? Bueeeee, el juco es como un monstruo, un personaje que asusta a los niños cuando no se portan bien. Pffff, ya ve’… Nuestros monstruos son los políticos. Así estamos’.
Me entran ganas de pedirle el whatsapp para escribirle el 1 de enero de 2020 y saber si logró el melón o si tocará pasar por vicaría.
Es como estas novelas de ‘Escoge tu final’ que leía de niña… ¡Melón, melón! ¡Escojo melón!
Que si cuidado.
Que si no te fíes.
Que si te van a engañar.
Que si te van a secuestrar.
¿Cuántos momentos interesantes nos perdemos cuando viajamos a un país ‘poco seguro’ por no confiar?
Ojo, que tampoco se trata de ir con el corazón en la mano. Me cuido y he aprendido a hacer caso a mi intuición cuando me muevo por ahí. Tengo el radar en alerta constante.
Pero también he aprendido a confiar y a no vivir en una paranoia.
¿De qué sirve irse por ahí si vas a estar todo el día tenso por culpa de teorías conspirativas?
Por favor, relájate y disfruta de todo el proceso, de toda la experiencia.
Lo mejor no son las fotos con filtros favorecedores.
Lo mejor son esos momentos que se presentan sin avisar, que te hacen disfrutar si tienes la antena puesta y que ayudan a comprender realidades bien distintas a la tuya.
Martín me ha llevado al aeropuerto pero también me ha hecho comprender lo importante del ahora en una gran parte de la sociedad dominicana.
No les permite ahorrar melones pero les da un carisma que echa p’atrás y que ya querría yo.
¿Eso es bueno? ¿Es malo?
Ni idea.
Lo que sé es que es distinto a lo que estoy acostumbrada, que me mareo solo de pensar que podría vivir con tanta incertidumbre pero que una cierta dosis de esa incertidumbre me hace bien.
Me hace más flexible, más relajada y me ayuda a graduar mis gafas de ver el mundo.
No dejes de viajar a un lugar por miedo.
Infórmate, toma precauciones y estate al loro pero -a menos que haya un conflicto ‘serio’- atrévete a conocer esa cultura y esa sociedad que tanto te llama la atención.
Atrévete a desmontar estereotipos y creencias paranoicas.
Atrévete a quitarte miedos eurocéntricos y tira p’alante.
Viaja, conoce y disfruta de todo lo que está pero que (aún) no ves.
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