#historia33
Querétaro (México), 1 de agosto de 2019
Andaba yo alterada perdida y adaptándome a nuevas maneras de trabajar en Changsha (China).
Vivía situaciones y cambios que no entendía para nada y, entonces, un día soleado cualquiera, la encontré:
‘La ética situacional es un estándar flexible de pensamiento y comportamiento que se basa en las circunstancias del momento, reales o imaginadas, en vez de principios universales‘.
Entonces lo entendí todo.
Lo que claramente acordé en la reunión del día 1 cambió por completo el día 3, en otra reunión sobre el mismo tema y con las mismas personas.
Algo había pasado ahí pero yo no me enteraba.
En esa segunda reunión, por lo que sea, les convino acordar algo distinto y tuve la sensación de que la primera nunca existió.
Me fui a casa con un mosqueo considerable que, por supuesto, no mostré ni por asomo en la reunión, que eso de ‘perder la cara’ es de lo peorcito que podía pasarme en China, trabajando en un contexto cultural completamente chino.
Bueno, hubiera sido peor hacer ‘perder cara’ a otras personas que estaban ahí y, como aún no controlaba ese tema, mejor calladita, para casa y a controlar el tembleque del ojo derecho.
Creía que me iba a volver loca con ahora A, luego B, algo totalmente distinto.
Hasta que la ética situacional entró en mi vida.
Pedazo de affaire.
Le dio al botoncito del control, ese que tanto busco cada vez que aterrizo en una cultura nueva y tengo que moverme más allá del día a día.
La ética situacional le da a la parte china mucho margen en lo que es correcto o incorrecto, aceptable o inaceptable, y yo no estaba acostumbrada a esos giros y a todos esos matices de gris que, en Europa, no son aceptables.
Es el “Donde dije digo, digo Diego” de toda la vida pero en chino.
¿Qué es mejor? ¿Qué es peor?
Ni idea.
Lo que sé es que me faltaba comprender el contexto y los matices de la cultura de negocios china.
Tampoco entendía bien el idioma, así que corría por las oficinas como gallina sin cabeza y durante un tiempito fui una bomba de relojería andante en el trabajo.
¿Cómo podía ser yo situacionalmente ética sin sentirme traicionera de los valores occidentales en los que había crecido y que se esperaban en la universidad para la que trabajaba, en el Mediterráneo?
Suerte que podía contar con Xiaxo Xi y con sus aclaraciones culturales y apoyo para comprender mi nuevo contexto de trabajo.
Y de vida.
No lo entendí todo pero todo salió bien.
Estoy convencida de que, si hubiera estado sola en ese proceso, la bomba hubiera explotado a la mínima de cambio.
Y es que vemos, miramos e interpretamos el mundo condicionados por el lugar donde crecemos, por nuestra familia, nuestro círculo, por nuestra clase social, por nuestros privilegios o por la falta de ellos.
Por tantas maneras de relacionarnos, de comprendernos y de respetarnos en la diferencia y la diversidad.
Por nuestra cultura.
Qué aventuras estas de irse a vivir y a trabajar por los mundos.
Tan iguales y tan distintos.
Tantas similitudes y tantas diferencias.
Tantas bombas de relojería de dos patas por desactivar.