Sobrevolando el Atlántico, 30 de agosto de 2019
La vida existe porque la muerte está ahí.
Acechando en las esquinas, cual acosador impertinente.
Siempre.
Eduard Punset decía que la ciencia aún tenía que demostrarle que él se iba a morir.
Bueno, pues nada.
Cada uno se consuela como puede, como quiere o como le dejan.
Pero el tema es que la muerte no me asusta.
Quizá porque nos enseñan que morimos viejitos viejitos y yo me siento jovencita jovencita y la veo lejitos lejitos.
Bueno, pues nada.
Cada una se consuela como puede, como quiere y como le dejan.
Lo que me asusta es sufrir antes de que aparezca la Dama de la Guadaña y, sobre todo, que se lleve a las personas a quien quiero.
Que se ME mueran.
Porque casi nadie quiere morirse pero, una vez tieso, el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Los que se quedan celebrando la vida son quienes sufren la muerte.
Qué paradoja, ¿no?
Pensar en la muerte se acentúa cada vez que me planto en la otra punta del mundo, lejos de mi familia y de la mayoría de personas que quiero.
La mía, la de mi pomelo entero, la de mis padres, la de mi hermana canina, la de mi familia de sangre y de la escogida.
No me importa hablar de la muerte porque prefiero asegurarme de que me quemarán o me devolverán a la tierra, no a un agujero de cemento tapiado con ladrillos y hormigón.
No me importa admitir que creo que después de la muerte hay algo pero que no tengo prisa alguna por descubrir qué es exactamente.
No me importa saberme frágil a que algún día pase algo que no me deje llegar a vieja pelleja.
Prefiero arrepentirme de haberla cagado a tope por intentarlo.
Prefiero no quedarme con ‘y si’ de más.
Prefiero atreverme a hacer las cosas que me dan miedo y darme cuenta de que, a veces, el miedo está solo en mi cabeza.
En fin, que ahora lees esto en formato digital, con la pantalla de por medio, pero lo estoy escribiendo en celulosa y tinta mientras sobrevuelo el Atlántico, de vuelta unos meses a mi casita mediterránea y con el tema ‘Hurt’, de Nine Inch Nails, de banda sonora.
Sea lo que fuere, cuando toque decirle chau a este mundillo al que llegamos por casualidad, mejor que nos pille con los asuntos peliagudos resueltos, con pocos temas pendientes y con ropa interior alegre.
Un abrazo,
Anna