Pulquería pulquería, tan dentro del alma mía

Interculturalidad a través del viaje (Ideas on Tour)

Ciudad de México, 8 de mayo de 2019

Interculturalidad formación expatriados

Había oído hablar del pulque por la canción Latinoamérica, de Calle 13.

Tengo el sol que me seca y la lluvia que me baña

Un desierto embriagado con peyote

Un trago de pulque para cantar con los coyotes

Todo lo que necesito, tengo a mis pulmones respirando azul clarito

Es una de esas que me pongo cuando quiero que se me ericen los pelos sin necesidad de tacto.

De las que me hacen sentir y transportarme a esta(s) tierra(s) que aún no sé porqué me enganchan tanto.

En fin.

Que Alberto (amiguísimo de Cusco que conocí en Barcelona y que resulta que vino unos días también a Querétaro a visitar a otros amigos mexicanos que conoció en Barcelona) me llevó a una pulquería en el centro de Ciudad de México.

Antes de entrar, me dijo:

‘Anna, cuidado con el pulque afrutado que entra muy bien pero te golpea la cabeza cuando menos te lo esperas. Es como un colocón de marihuana que te deja con la sonrisa acartonada’

Respuesta de mi cerebrito mientras asentía con la cabeza: ‘Bah, ya será menos’.

Pedí un vaso.

Mi cerebro y mis papilas gustativas se pusieron de acuerdo: ‘Dios, esto está de vicio’

Héctor se sumó al encuentro y me contó que el pulque es una bebida fermentada de maguey (agave, un tipo de cactus) con orígenes prehispánicos.

La utilizaban en rituales mexicas (aztecas) y se la conoce como ‘la bebida de los dioses’.

Pero aquel local tenía mucho de mundano y poco de sagrado.

Estudiantes, punkis solitarios, viejitos llegados de zonas rurales a trabajar a la capital y la gringa de metro ochenta que canta como una almeja.

Ah, y una rockola para los clientes se peleen para poner la música y dejen tranquilos a los camareros, que son todos hombres.

Amigos, tiempo, música, gente y pulque rico.

¿Qué más puedo pedir?

Vasito p’adentro.

Charla.

Vasito p’adentro.

Pink Floyd.

Vasito p’adentro.

Hambre.

Pagamos, salimos a la calle y no pude hacer otra cosa que ponerme las gafas de sol y decirle a Héctor y Alberto:

Chicos, ustedes caminen que yo les sigo. Pero no me hagan pensar’

Pues resulta que Alberto tenía razón.

Y añadió que me favorecían muchos esas gafas farloperas.

Vaya colocón sin aviso previo.

Dos horas después, sigo con las gafas de sol, pero vuelvo a ser yo.

¿Así que los mexicas se distraían así?

No está mal, la verdad.

Pena que la mayoría de pulque lo encontraran en cuencos de ceremonias de sacrificio.

Y nada, que Héctor y Alberto aún se ríen de mí.

Han empezado a llamarte la Martirio de Querétaro.


Anna Rodríguez Casadevall
anna@ideasontour.com