#historia17
San Cristóbal de las Casas (México), 22 de junio de 2019
Muchas cosas me han sorprendido y me sigue sorprendiendo de México.
Aunque hubo una en especial que me hizo pensar: Pero ¿cómo narices no tenía ni idea de esto?
Y es que México acogió a miles de refugiados y refugiadas españoles republicanos al final de la Guerra Civil española, a finales de los años 30 del siglo XX. Hasta 25.000 bajo el gobierno de Cárdenas.
Investigando, veo que sí hay noticias en los medios españoles e incluso yo misma, hace un par de años, compré un cuento ilustrado sobre este tema en la desaparecida La Fabulosa, una librería en el corazón del barrio de La Latina de Madrid que estaba especializada en libros ilustrados de autores latinoamericanos.
Pero pensé que era algo simbólico, con menos trascendencia…
Qué traidora es la ignorancia, oye.
Y qué bueno que sea tan fácil empezar a combatirla.
Creo que México mostró una solidaridad enorme acogiendo a exiliados que huían de una más que posible reprimenda franquista.
Aunque bueno, quizá también lo valore más porque me identifico con los republicanos y no con los franquistas.
El caso es que abrieron las puertas de su país y se salvaron muchas vidas.
En 1937 llegaron los primeros grupos de niños y, un par de años más tarde, llegaron adultos, hombres, mujeres y familias.
Los mismos años, muchos niños, niñas y familias se exiliaron también a Rusia. Unos volvieron, otros se quedaron (lo cuenta muy bien Carlos Iglesias en su película Ispansi).
Hasta donde sé, la mayoría de los que emigraron a México, se quedaron.
Pero bueno, ellas lo cuentan mucho mejor que yo:
“El 27 de mayo de 1937 zarpó el Mexique desde Burdeos, Francia. A bordo iban 456 niños. Todos ellos eran hijos de republicanos españoles. En México se refugiarían de la guerra civil que azotaba su país.
Esta es la historia de un barco y de un exilio, que pone frente a nuestros ojos a niños y niñas, a quienes la guerra, cualquier guerra, arroja de sus hogares.”
Mexique. El nombre del barco (Libros del Zorro Rojo, 2017) es la novela ilustrada con la tinta empalabrada de María José Ferrada y las formas coloreadas de Ana Penyas que me llevé bajo el brazo en aquella visita a la capital.
Encontró su lugar en la estantería de casa y ahí ha estado, a gusto, hasta que volví de México.
Sus tonos negros, grises, marrones, blancos y rojizos, con collages camuflados, y sus textos breves y poéticos han cobrado sentido de golpe.
“La guerra es un ruido fuertísimo.
La guerra es una mano enorme que te sacude
y te arroja dentro de un barco.
Zarpamos y los adultos se quedan en la orilla hasta volverse minúsculos.
Padres, madres son ahora estrellas que se miran de lejos,
fuegos que alguien encendió hace un millón de años.”
Las fronteras son límites entre estados que funcionan de barreras entre personas.
Geografía de un mismo planeta delimitada por líneas imaginarias que cambian según los tiempos, las guerras y los intereses.
Realidades de personas que huyen buscando una vida mejor.
O una vida. Sin más.
Un abrazo
Anna